miércoles, 30 de septiembre de 2015

NUESTRA NUBE MICROBIANA PERSONAL

En todos los objetos que tocamos dejamos un pequeño rastro de bacterias, sea al pulsar el botón del ascensor, tomar la jarra de café de la oficina o consultar un catálogo de una tienda. Pero el contacto físico no es la única manera de dejar una señal microbiana en nuestro entorno. Los humanos, sin saberlo, desprendemos bacterias que permanecen en el espacio que nos rodea, creando una «nube microbiana» a nuestro alrededor.

 Ahora, una nueva investigación realizada por un equipo de la Universidad de Oregón revela que tal nube de bacterias es única en cada persona, de modo semejante a las huellas dactilares.

Para llegar a esa conclusión, los autores llevaron a cabo un experimento en el que colocaron a los participantes en un ambiente saneado; distribuyeron a su alrededor placas de Petri y suspendieron filtros de aire para capturar los microbios flotantes. Después, procedieron de igual modo en una habitación sin ningún ocupante. Al comparar las muestras obtenidas en ambas habitaciones comprobaron que los dos espacios presentaban una composición microbiana distinta.

Ese resultado suscitó otra pregunta: si la nube microbiana de una persona establece diferencias entre dos habitaciones, ¿permitiría también distinguir una persona de otra? En seis de los ocho participantes la respuesta fue afirmativa. Los investigadores secuenciaron las muestras de nubes microbianas y comprobaron que muchos de los participantes presentaban la misma bacteria en su nube, pero en diferentes concentraciones.

Nuestro cuerpo es un inmenso cultivo de microorganismos. Tenemos 10 veces más microorganismos que células propias. En el ser humano hay unos 10 billones de células y en condiciones normales podemos tener hasta 100 billones de microorganismos, en su mayoría bacterias. Si nuestro cuerpo contiene más de 200 tipos celulares, sólo en la piel ya tenemos esa diversidad de especies microbianas, por no hablar de las más de 400 especies diferentes del colon.

Aunque no se sabe con exactitud hasta dónde se extiende la nube microbiana de un individuo, el equipo estima que los microorganismos flotan a unos 90 centímetros de nuestra piel, lo que significa que en cualquier espacio más o menos concurrido (el metro, la cola del supermercado o una reunión de trabajo) hay una alta probabilidad de intercambio de microorganismos. Los investigadores plantean que cuando las nubes se mezclan, los humanos incorporan la señal bacteriana de otra persona, un hecho que podría contribuir al desarrollo de nuestro microbioma individual.

Fuente:
Para saber más visiten: https://peerj.com/articles/1258/

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